miércoles, 28 de julio de 2010

Crónicas de café



Montones de cosas han pasado desde la última entrada de este blog. ¿Que por qué no había escrito? Las razones se amontonan y van desde que pasé un mes completo sin internet, hasta que cambié de trabajo y ahora mi horario es más parecido al de cualquier héroe de la clase trabajadora.

Creía que eso de llegar tarde al trabajo era por que antes entraba a las 7:00 am. Ello implicaba un complicado y doloroso proceso de levantarme a las 6:50, desayunar en la regadera, lavarme los dientes en el auto y llegar a las 7:20, completamente tarde para el inquisidor reloj checador (que ponía la hora en color rojo, pa que resalte) pero justo a tiempo para dar mi primera clase.

Entonces era hora de despertar. Me acercaba a la cafetera, bebía una taza ahí mismo y llenaba otra para apurarla en lo que caminaba al siguiente salón. Llegará el día - pensaba para mis adentros - en que mi entrada al trabajo sea a una hora decente, por ahí de las nueve o diez de la mañana. Daba un sorbo al café y mi estado de zombi comenzaba a ceder para dar paso a una bella alteración comparable al sentido arácnido o al entrenamiento ninja.

No siempre fue así. Recuerdo que de pequeño sólo podía beber café si tenía cuatro cucharadas de azúcar y la mitad del recipiente era previamente llenado con leche. En la preparatoria y universidad me hice adepto a esas bebidas maricas que les llaman café frappé, aunque sospecho que era más por la cantidad de azucar, la crema batida y las chispas de chocolate. Cierta vez, incluso, estuve cerca del coma diabético al seguir la sugerencia de una amiga y sopear una dona de maple rellena de jalea en un capuccino frappé. Fue por esas épocas que escuché de un profesor una frase que en ese momento no tenía mucho sentido para mí, pero que años después repetiría a mis alumnos: "Yo el café lo tomo negro y amargo... como mi alma"

Levantarme antes que el sol para dar clase de español a pupilos secundariles me llevó las primeras semanas en ese trabajo a buscar café, más por el cliché que por otra cosa. La primera vez, rechacé una taza de negro líquido por que no había azucar. La secretaria se me quedó viendo a través del vapor de café con esa cara de "se te va a ofrecer" que sólo se logran tras años de experiencia.  No recuerdo haber encontrado azúcar al dìa siguiente o ningún otro de los que trabajé ahí. Lo que sí recuerdo es el día que aún dormido comencé a beber un café negro, amargo y cargado sin percatarme de lo que hacía. Una vez que descubrí sus bondades, no miré atrás. Se forjó en mí una relación automática entre el café y el trabajo. A la fecha, es raro que se me antoje un café en la tarde... o que beba café en fin de semana. No. Cuando trabajo bebo café. Bebo café cuando trabajo. Sin leche o azúcar, así de simple... o así lo era.

Hace más o menos de un mes, llegó el día en que cambié el cruel pero conveniente horario de 7:00 am a 3:00 pm por uno en el que debo entrar "por ahí de las 9:30 pero antes de las 10:00" y salir "cuando acabe, pero después de las 6". Ello implica levantarme a las 9:30, desayunar en la regadera, lavarme los dientes en el auto y llegar apenas a tiempo. No me quejo, pues en realidad tengo más tiempo para dormir y compensar el insomnio (ver primera entrada del blog), pero el estado zombi a las 10:00 am es igual al de las 7:00 am sólo que con el sol quemando los ojos,  y hay un pequeño gran detalle que hace mis mañanas distintas: En el nuevo trabajo... no hay cafetera.

¿Cómo puedo pasar así los días laborales? Un paso a la vez. Por el momento sobrevivo a base de Nescafé, pero estoy convencido de que eso en realidad es ceniza de llanta quemada, cochambre de sartén y lo que queda en los filtros de las cafeteras en las oficinas de Nestlé. Sé que existen marcas que no son tan malas, pero no pienso pagar màs de  cien pesos por cafè soluble y aún así no se comparan a un café mediocre hecho en una vieja cafetera de oficina a las 7:30 de la mañana

viernes, 14 de mayo de 2010

Pasatiempos inútiles y divertidos 1: Muppets

Creo que padezco algún grado de transtorno obsesivo compulsivo. Una vez que me enfrasco en una tarea sin sentido pero divertida, me detengo hasta que me es físicamente imposible continuar o encuentro otra tarea igual de absurda. Espero que algún día llegue Miyagui San para explicarme la verdadera utilidad que ello tendría para las artes marciales, pero por lo pronto sólo es "seca y pule".

Ésos son lo que yo llamo pasatiempos inutiles y diveridos. Sólo lo hago para ocupar la mente y las manos en algo y rara vez he logrado lucrar con alguno. Quienes me conocen estàn familiarizados con la mayoría de mis tareas obsesivas, pero para los que no, presento a continuación la primera entrada de varias: Fabricación de Muppets.

Todo comenzó en la escuela en la que doy clases. El director es un entusiasta de los títeres, y he de confesar que a mí siempre me han parecido objetos geniales. La escuela tiene un espacio reservado para talleres artísticos todos los miércoles, y como yo alguna vez mencioné que me caía bien Gonzo de lo muppets, al director le pareció que dije "en realidad mi nombre es Jim Henson"y anunció que yo daría un taller de fabricación y manejo de títeres. Ergo, me vi en la obligación de aprender a hacerlo.

Lo primero que hice fue acudir a San Google Delainterné y de ahí saque unos patrones e ideas que culminaron en Franco. Una vez terminado,Franco me acompañó a todos lados. Fuimos a fiestas, a ver partidos en bares y a casa de mis amigos. Aquí lo pueden ver posando con una hermosa chica que llegó a sacarle plática y a dejarle su teléfono.

Aunque el maldito Franco tenía más suerte que yo en los bares, me dí a la tarea de construir otros amigos de juerga, pues finalmente atraían a las chicas. Entré a un taller donde me enseñaron buenas técnicas y de ahí surgió un moppet gigantezco de Woody Allen. Como es de soberbio y cínico, se la vivía en cineclubs dedicados a él, aunque logré que posara conmigo en una fiesta.
Poco después de que Woody decidió largarse, construí a Groucho. El problema es que lo llevé a una fiesta y jamás quizo salir del bar, donde permaneció un buen tiempo como parte de la decoración... la foto se las debo, si alguien tiene una foto con él, mochense por que yo no encuentro ninguna.

Hubo varios muppets más, pero ninguno tan genial como esos tres. Desde hace tiempo tengo el proyecto de hacer un muppet de mí mismo para que se encargue de las tareas que me desagrada hacer, pero basado en las experiencias previas, temo que sea él quien se quede en casa bebiendo cerveza con mi chica mientras yo voy a perseguir la chuleta. Ya les avisaré.

martes, 20 de abril de 2010

Compras necesarias: El ciclo de la vida

Para ciertas cosas, soy el tipo de cliente del que los vendedores huyen. No me gusta ir a las tiendas a menos que sepa exactamente qué es lo que quiero, pues de lo contrario pasaré horas tratando de decidir en qué diablos gastaré mis (bien o mal) ganados centavos.

Creo que sé la razón. Desde pequeño mis padres me hicieron comprender el valor del dinero, y sí, fuí de esos niños que heredaban la ropa de los hermanos y cuando conseguía estrenar algo, generalmente era una talla más grande para cuando creciera me siguiera quedando bien. Esto muestra un problema que se intuye facilmente: cuando por fín me quedaba bien la ropa ya estaba en condiciones de ser cambiada (eso sí, nunca andar mal vestido) o heredada a mi hermano menor.

No, no me estoy quejando. Mis padres se las ingeniaron para que jamás me faltara algo, y con ello me enseñaron a usar las cosas hasta que se convirtieran en trapos para lavar el auto, tras lo cual regresaban a la tierra. El ciclo de la vida. Basta decir que justo ahora escribo desde un escritorio que me compró mi padre para incentivar que hiciera tarea. De eso hace ya quince años.

Dicha costumbre me ha traído bastantes ventajas, y en realidad no envidio a los que se cansan de unos pantalones por que "ya se los han visto mucho" y tienen que comprar otros, dejando a los primeros en la plenitud de su vida útil y guardados para no ser usados jamás, como delicioso tocino que caduca en un rincón al fondo del refrigerador. Además las enseñanzas de mis padres me han permitido sentir especial placer y satisfacción cuando estreno algo (y cuando como tocino).

El problema real con todo esto, es que cuando necesito comprar algo, casi puedo ver la cabeza flotante de alguno de mis padres diciendo: "Acuerdate que lo vas a usar un buen rato" y es ahì cuando la compra se complica.

Es por ello que hoy que me ví en la necesidad de comprar una silla, y contra las politicas de la empresa que las vende y el buen ánimo del empleado, pasé creca de una hora alternando mi derriere entre las dos que cumplían con los requisitos estéticos, ergonómicos y presupuestales. La mirada del vendedor pretendía apurarme, pero yo era un hombre en una misión: encontrar la silla adecuada. Y es la silla desde la que escribo, y (si no me hago la vasectomía antes) con suerte será la silla desde la que mis hijos escriban de cómo su padre los obligó a usar la misma silla hasta que se convirtió en trapo para lavar el auto volador. Con más suerte lo harán mientras disfrutan los discos que compro ahora y no post regaetón desde su bio-iPhone o una chingadera así Crucemos dedos.

jueves, 15 de abril de 2010

Cosa de insomnes

Dedico esta primera entrada del blog a su madre. No, no a su madre de usted, sino a la progenitora del blog que es la falta de sueño.
Desde que tengo memoria soy un ser nocturno. En mis años mozos la rutina era la siguiente: a las nueve de la noche, después de ver McGiver  (razon por la cual me uní a los scouts, pues era el requisito para usar navaja) me mandaban a dormir. Entonces yo deliberadamente recordaba una tarea que me habían dejado, un tema importantísimo que debía platicar con mis padres o cualquier pretexto semicreíble para permanecer más tiempo despierto. Cuando mis intentos fallaban, me iba a regañadientes a la cama, donde permanecía despierto esperando que los demás en la casa se durmieran. Entonces la casa era para mí. Podía ver los programas de adultos, ("El mundo de Luis de Alba" y "Las gatitas de Porcell") prepararme "platillos especiales" (generalmente pan bimbo con chocolate en polvo) y en fin, hacer lo que me diera la gana con tal de que fuera en silencio.


Recuerdo un capítulo de la serie Pete & Pete, The Nightcrawlers, en la que Pete chico se convence de que "la hora de dormir" es una conspiración de los adultos para mandar a los niños a la cama mientras ellos hacen cosas geniales. Desafía la hora de dormir e intenta romper el record mundial de 11 noches en vela. Mi héroe. Desvelarse a esa edad era divertido, misterioso y secreto.

Creo que es como lo que ocurre con los ginecólogos. En un momento de sus vidas el cuerpo femenino era exitante y misterioso pero ahora es su chamba y puede ser una monserga.

Lo malo no se detiene en querer dormir y no poder. Lo peor es que en esos momentos el cerebro entra en un modo "Rompe todo, chinga todo" y cualquier problema que durante el día se puede ignorar cómodamente con una buena película, ahora parece ser todo lo que existe (creo que debo hacer más ejercicio). Entonces, con la desesperación de no poder dormir y las ganas de hacerlo, el insomne se llena de epifanías (si salgo todas las tardes a correr con el perro ya la hice, a huebo, mañana mismo empiezo) Estoy seguro de que hay quien ha encontrado la solución al calentamiento global, la cura del sida, resuelto el asesinato de Paulette y de JFK, y hasta descubierto el sentido de la vida, todo dando vueltas en la cama para la mañana siguiente no acordarse de un carajo

Al comentar la situación con amigos me han recomendado Valeriana, Té de doce flores, flores de Bach, ejercicio (¡ya sé que tengo que hacer más ejercicio!) y hasta un baño de lechuga. No sé que tanto funcionen las flores, pero últimamente me he aventado una mezcla de té con valeriana que hacen las desveladas más divertidas y las epifanías más idiotas.

Me cae que me gusta la noche. De verdad. Pero a veces creo que los días serían un poco mejores si pudiera descansar un poco más... o si consiguiera un trabajo que no me obligue a levantarme a las seis de la mañana. Como sea, me voy a la cama a ver si descubro el misterio de la virginidad de María en el Golden.